Lo organizó el colectivo Mamá Cultiva Argentina como parte de la conmemoración del “Día de la Soberanía”. Esta tarde se realizará allí mismo la Marcha Nacional de la Marihuana
Existen las sueltas de globos, de palomas, el reparto de alimentos, cada tanto alguien aparece con una bolsa de juguetes y los regala a los niños en la calle o en un shopping. Lo que nunca había sucedido hasta ahora era una “entrega libre” de cannabis, al menos en Argentina, un país que condena la tenencia y el cultivo de esta planta aunque sea para uso personal o medicinal.
La idea, concreta y provocadora, la tuvo y la ejecutó el colectivo Mamá Cultiva Argentina, que nuclea madres, familiares y usuarios de esta planta milenaria, una organización que esencialmente sobrevive fuera de la ley, a conciencia, con el objetivo de resolver un conflicto que debería ser tema de Estado.
“Esto es hacer soberanía. Para que la información circule libremente. Como buenas mujeres y buenas brujas nos pasamos las recetas desde siempre, y ahora lo hacemos en base al cannabis”, comentó Valeria Salech, presidenta de la ONG, ante unas 50 personas que se acercaron para conocer mejor los secretos de esta planta milenaria a la Plaza del Congreso, en pleno centro porteño.
El colectivo eligió hacerlo el 20 de noviembre frente al Palacio Legislativo para conmemorar de esa forma el “Día de la Soberanía”, que recuerda la gesta de Vuelta de Obligado, en 1845. Y así fue como Bárbara, Valeria, Ariela y otras mujeres activistas desarrollaron un taller público sobre cultivo de cannabis y regalaron como souvenirs, pequeños plantines para arrancar con la proeza soberana de enseñar a cultivar a otros.
“Argentina cultiva soberanía”, llamaron al taller. Y así aparecieron entre la gente con vasitos convertidos en macetas y se los ofrecieron, no sólo a quienes habían ido a escuchar al director de la ONG, Pablo Pérez, experto en cultivo, sino también a todos y todas las que pasaban por la vereda de la avenida Hipólito Yrigoyen.
“¿No querés una plantita? Quizá tenés un amigo que necesita el aceite”, preguntaban las voluntarias, una frase concreta y provocadora y a la vez solidaria, que retumbaba como un reclamo de fuego bajo el agobiante sol porteño.
La acción ocurrió el mismo día que la ONG difundió una carta que le presentó días atrás al presidente electo, Alberto Fernández, y a su vice, Cristina Kirchner, donde le piden que la próxima gestión de gobierno resuelva el acceso al cannabis con una mejora en la ley medicinal actual (votada en 2017) y la regulación del autocultivo para todos los usos.
“Elegimos el camino de la respuesta inmediata. Si esperamos al “padre Estado” vamos a seguir sufriendo hasta que llegue. El autocultivo es la respuesta más corta y la que elegimos”, les explicó Salech al medio centenar de personas que se acercó o pasaba y se quedó a escucharla.
El evento se dio en medio de una plaza, los integrantes de Mamá Cultiva portaban una bandera y Valeria Salech y Pablo Pérez hablaron bajo una palmera que regalaba sombra, como en una asamblea cannábica frente al mítico Palacio Legislativo.
De las 50 personas, según levantaron la mano cuando Pérez se los pidió, la mitad aproximadamente se acercó para escuchar consejos sobre cómo cuidar una planta mientras crece, y la otra para saber desde cero, con intenciones de romper una idea que se instaló con la prohibición de la planta, en la década de 1930, y animarse a intentar combatir sus enfermedades con una planta cuyos primeros usos terapéuticos se registran en herbarios chinos de hace más de 5.000 años.
“La mayoría que se acerca son mujeres. Y encontramos en el cultivo una terapia en sí misma. Somos partícipes del mejoramiento de una persona. Cuando uno vive esa experiencia no quiere otra. Es muy placentero hacerlo. Y compartir con un vecino, con alguien más que sufre y le puede hacer bien. Con las plantas que no usamos en nuestras casas hacemos cremas o aceites que regalamos a otras personas. Esto es hacer soberanía”, insistió Salech ante su público, donde había gente de todas las edades, incluso niños.
Silvia Cacciamatta (66) se acercó porque tiene un hijo de 33 años con microcefalia y autismo, que “se autoagrede”, aunque desde que usa cannabis, hace dos años y medio, “le bajamos medicación casi a la mitad y está mucho mejor y más tranquilo”. La mujer llegó desde el barrio de Villa Madero porque quiere dejar de pedir aceite y empezar a cultivar y fabricarlo. “Me parece bárbaro que se regalen plantas. Si cultivás sabes lo que le estás dando a tu hijo”, comenta, y agrega: “Además yo no tengo la plata para andar comprando el aceite a gente en cualquier lado”.
Es que a pesar de que existe una ley que permite el uso medicinal del cannabis, el Estado no produce, ni importa ni permite el cultivo de cannabis para resolver esos dolores. Apenas permite el trámite de importación vía ANMAT para quienes tienen un familiar con epilepsia refractaria, aunque está comprobada la efectividad de esta sustancia en casi medio centenar de dolencias.
“Este es un taller de cultivo raro, estamos en la calle”, rió ante el público que había ido a escucharlo Pablo Pérez, un histórico cultivador solidario que cuando se formó Mamá Cultiva se acercó desinteresadamente para aportar sus conocimientos.
Entre ellos estaba José Farhat, un médico psiquiatra de 79 años. “Es una apertura importante. Tuve un acercamiento (al cannabis) para usar para un familiar y dio buen resultado. Vengo a un lugar público y me ha interesado y quiero profundizar”, comentó el hombre, quien se llevó una plantita para hacerla crecer y conocerla mejor y de esa forma poder ayudar a su familiar, quien padece “dolores articulares y le costaba dormir, pero a partir de tomar gotas mejoró muchísimo”.
“Por eso estoy hoy acá. Para tener mayor aproximación e interiorizarme en cómo es el cultivo. Teníamos un concepto errado de la marihuana. Se tomaba como una droga. Pero esto es muy antiguo. Incluso hay muchas autocríticas para el mundo de la medicina, pero lo que pasó con el aceite es un gran avance. La bondad de la medicación se está empezando a demostrar”, comentó Farhat, mientras sostenía un vasito de plástico con tierra de la cual crecía un par de hojitas de marihuana.
Mabel Alves, de 62, llegó con su hija, Agustina Ranieri, 28 años, médica. “Jamás hubiera pensado en tener una planta en la mano y en la calle”, se sorprende la mujer mayor, entre risas tímidas. “Esto es parte del trabajo de deconstrucción y educación que estamos haciendo con mamá, porque el cannabis ayuda mucho”, remarcó su hija.
Los integrantes de Mamá Cultiva estaban tranquilos porque sabían que no cometían ningún delito. Cuando las plantas son pequeñas, antes “sexar”, algo que ocurre entre diciembre y enero, no tienen ningún componente psicoactivo, que es en definitiva lo que persigue la actual ley de droga, cuyo fin, cuestionado en los últimos años, es cuidar la salud pública.
Salech estaba tranquila y reconfortada. La acción de la ONG fue una especie de preludio a lo que este jueves será la Marcha Nacional de la Marihuana, una de las dos manifestaciones por la regulación del cannabis que se hacen cada año en el país, y que juntará a miles de personas en Plaza de Mayo para marchar hasta el Congreso, donde habrá discursos y un show de Sudor Marika.
En la carta que Mamá Cultiva Argentina le mandó a Fernánde y a Kirchner, el colectivo dejó clara su postura: “Seguimos y seguiremos cultivando como venimos haciéndolo: nuestro dolor no puede esperar. Queremos dejar de ser delincuentes a los ojos de la ley y para eso, necesitamos que la autonomía que tanto nos costó conseguir sea preservada por un Estado que no nos quite la posibilidad de ayudar a nuestres familiares a aliviar sus padecimientos».
Ahora, frente al Congreso, Salech amplió el concepto hacia un público que escuchaba con atención y cierto vértigo de caminar por la cornisa de lo legal: “Defendemos el autocultivo porque defendemos la diversidad de la planta. Cultivar hace que les sirva a diferentes personas, cada una con sus complejidades. La planta un ser vivo que requiere de amor para darnos amor. Y no defrauda nunca. Nos devuelve en salud lo que le damos al cuidarla”.
Fuente: Infobae